Una sociedad en la que convive una gran multitud de marcas como la actual requiere que a estas se las dote de una personalidad diferenciadora. Para ello, todo lo que sea apreciado y valorado por la propia sociedad puede constituir un elemento de valor añadido. Este es el caso de la responsabilidad social corporativa, que, día a día y en un camino sin retorno, se convierte en un aspecto que debe integrarse en los valores de la empresa y que acabará configurando la imagen de sus marcas.